Archivo de la etiqueta: preocupaciones maternidad

La caca de tu hijo

La caca de tu hijo sigue siendo caca, ¡no nos engañemos!

AVISO: El siguiente post puede herir la sensibilidad.

Hoy voy a hablar de caca. Avisados estáis. Ah, pero no, tranquilos. Voy a hablar de la caca de tu hijo, ¡esa no da asco! ¿Que no da asco? Empecemos por el principio: “la primera caquita”, la llaman. Qué finos. ¡Qué eufemismo! ¿Ca-qui-ta? Perdona, al lado de esto, el chapapote del Prestige es agua pura de manantial. ¡No hay más que pensar en el nombre que tiene! Meconio. Que rima con demonio, con manicomio, con “¡pero qué c*ñ*!”, pues ahí está tu madre: “anda, quita, hija, que es que eres de un asquerosito… ¡si es de tu niño!” ¿Asquerosito? ¡Pero si es que ESO no puede ser de este mundo! ¡Mi HIJO no puede ser de este mundo!

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madre en cuarentena

Ser madre en cuarentena (I): Convivencia extrema

Ser madre en cuarentena es multiplicarse, al menos, por tres. ¿Os acordáis de cuando creíamos que lo del confinamiento iba a ser cosa de una semana? ¡Mira, por fin concilio! Nos dijimos muchas madres para nuestros adentros… ¡Qué ingenuidad! ¡Qué inocencia infantil! ¡Qué ternura me inspira mi yo del pasado! Aaaayyy… Más de un mes después encerrada en casa con tres niños, con teledeberes, teletrabajo y telediario, me doy cuenta de la fina línea que separa conciliación y estar muy pringada. Ser madre en cuarentena

Que, oye, lo de pasar tiempo con los hijos está muy bien… ¡pero a estas alturas, he subido a los míos a Wallapop! Por lo visto hay sobreoferta… Tranquilos, es broma, nunca vendería a mis hijos… ¿por qué venderlos si los puedo regalar? Dejando los chistes aparte (y antes de que algún asistente social me abra una investigación un poco incómoda) diré que a mis hijos los quiero mogollón, son mi razón de ser, mi verdadero motivo para seguir adelante… mi dolor de cabeza y de espalda. ¿No estábamos siendo sinceros?

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temores de la maternidad

Los niños vienen con una neurosis materna debajo del brazo

Al convertirte en madre te dan superpoderes. Por ejemplo, ya puedes probar alimentos a la temperatura del magma sin quemarte, te desenvuelves con los reflejos de un guepardo y eres sorprendentemente capaz de espachurrar a manotazos cualquier tipo de insecto, por grande y peludo que sea. ¡Pero no iba a ser todo de color de rosa! Con el primer hijo llegan los temores de la maternidad, la neurosis materna, esa que nos hace enloquecer de repente si perdemos de vista al retoño aunque sólo sea una milésima de segundo. 

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